6.8.10

Acerca de trabajo y capitalismo

 Todos los animales son escencialmente idénticos: tanto el león (la leona, para ser justos) cuando sale a buscar su alimento, cazando a su presa para después llevarla a su guarida y alimentar a sus crías, hasta el ser humano, que sale todos los días en busca de la comida (o del dinero para comprarla, en las sociedades actuales) y vuelve para alimentar a su familia. La diferencia es una sola: mientras que en el primer caso se trata de instinto animal de supervivencia, en el segundo se lo llama trabajo. Y mientras los animales de menor desarrollo encefálico no se cuestionan sus instintos y su estilo de vida (simplemente porque no pueden), el hombre y el trabajo... bueno, dicho lisa y llanamente, nadie quiere trabajar (perdón por esta generalización); no por lo menos en un mundo en donde la enajenación de la actividad productiva nos lleva a tener que trabajar en aquello que no nos produce placer, en un trabajo forzado.

 Un día típico: a la mañana se despierta en su nido y sin perder tiempo salta en picado desde la rama dejando los pitidos de sus hijos atrás. Aterriza con destreza y, con pequeños y espasmódicos saltos y aleteos, logra atrapar en sus fauces a un desafortunado gusano que pasaba por ahí. Lo llevará devuelta hasta el nido, lo regurgitará, y sus crías tendrán algo para comer. Toda la secuencia no tomó demasiado tiempo, pero también es cierto que los beneficios que obtuvo no fueron significativos (después de todo, "sólo" consiguió alimentarse). Otro día típico: se levanta más temprano de lo que quisiera para tener tiempo de vestirse y despertar a su prole, los lleva hasta un establecimiento en la que alguien les enseñará a comportarse como individuos propios de su especie, y se dirige a su ambiente de trabajo. Ahí pasa varias horas realizando actividades que poco o nada tienen que ver con la obtención del alimento indispensable para la vida: trabaja frente a una computadora, sumando y restando, llamando a clientes y asisitiendo a conferencias. Después, con pocas energías restantes, pasa por un mercado en dónde puede adquirir el producto del trabajo de otros seres de su especie, un trabajo más relacionado con la obtención de alimentos, y luego vuelve a su casa, en la que ya le esperan sus hijos porque otra persona se había ocupado de pasarlos a buscar. Cocina la comida que acaba de comprar y, luego de alimentarse, lava la vajilla que uso para ello. Esta secuencia fue un poco más larga, prácticamente un día entero, pero los resultados alcanzados son ampliamente superiores y mucho más significativos que en el primer caso (probablemente a este último individuo le quede algo de tiempo antes de irse a dormir para poder apreciar/ver sin interés alguna producción cultural de su especie, en aquella producción tecnológica de su especie; una ventaja inconmensurable, sin dudas). El reto es identificar en qué caso se trataba de un ser humano, y en cuál de un pájaro; una pista, en los países orientales hay mucha gente que se alimenta de gusanos y otros insectos.

 Queda claro que el homo sapiens sapiens tiene la habilidad (cuando no la necesidad) de otrogarle un valor abstracto a todas las cosas, algo que ninguna otra especie puede hacer. El problema es que es importante de vez en cuando tomar distancia para poder analizar si ese valor está realmente fundado. Esta propuesta no es nueva, pero vale la pena recordarla; estoy convencido de que la constante suspicacia reflexiva es la única forma de encontrar la verdadera felicidad (además, no me queda otra, no tuve la suerte de nacer con la bendita maldición de la propia ignorancia ignorada).

 Para este punto asumo que no debe quedar ninguna duda acerca de que es una verdadera duda la superioridad del humano entre la vida terrestre. Podría decirse que es hora de desmitificar el hecho de que es gracias a nuestra inteligencia que somos lo que somos, sino que es por culpa de ella que esto es así. El hombre debe ser la única especie cuya arma/herramienta evolutiva se ha vuelto en su contra, y lo más irónico de todo es que la única forma de oponérsele que parece viable es volvernos cada vez más inteligentes y concientes (por supuesto que volvernos más y más estúpidos sería una solución, pero está fuera de toda discusión. Además, ya estamos demasiado adentro del hoyo como para intentar volver).

 En todos los animales existen jerarquías, eso es indudable. Desde las hormigas, que parecerían ser de los seres más comunistas, hasta los simios, tienen jerarquías. Sin embargo, hay una sola especie en la que esas diferencias no se justifican genéticamente... Como caricaturicé anteriormente, a nadie le gusta trabajar. Pero lamentablemente, a diferencia de los leones (ahora si, el macho), algo tenemos que hacer, so riesgo de aburrimiento absoluto. Esto no quiere decir empero que mientras lo que unos hacen sea divertirse y disfrutar, otros tengan que aforontar trabajos monótonos, tediosos y estresantes para poder vivir una vida que no vale la pena vivir solamente para recibir aparentes recompensas de satisfacción, como ver una película cuyo metamensaje escapa a su entendimiento. Aclaro que no soy comunsita ni mi intención es en absoluto (tampoco creo que pueda hacerlo) producir un cambio de sistema económico; lamentablemente, porque no creo que el actual sea el correcto, y afortunadamente, porque tampoco estoy seguro de cuál sí lo sería. Mi objetivo es a la vez mucho más simple y mucho más complejo: un cambio en la mentalidad. Tomar el trabajo con el ejemplo del mundo animal: una parte indispensable de la vida, pero no por ello la fundamental. Así como los animales "inferiores" tabajan poco tiempo al día, a veces incluso no más que minutos, los seres humanos, como animales que somos, tenemos en nuestras vidas muchos planos que se disocian del plano laboral, sólo que por la educación que hemos recibido y el mundo en el que hemos crecido nos cuesta más encontrar los límites entre ellos. Yo todavía no los he encontrado, pero que no queden dudas de que estoy reflexionando al respecto.


Ἓν οἶδα ὅτι οὐδὲν οἶδα

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